miércoles, 22 de febrero de 2017

Erotic #CBA

"En literatura, las imágenes hay que construirlas en la mente del lector". Foto: de la red.
¿Habéis pensado alguna vez en escribir un relato erótico? ¿Lo habéis intentado? ¿Habéis sentido lo delgada que es la línea que separa lo sutil de lo zafio o lo erótico de lo pornográfico? ¿Os habéis dado cuenta de lo difícil que resulta compartir textos así? Como escritores, tenemos que tener bien claro qué es lo que queremos contar y cuáles serán entonces los elementos y términos que vamos a utilizar. Por tanto, habrá que superar esa frontera invisible que nos marcan nuestros prejuicios (de tenerlos) y lanzar a nuestros personajes a vivir escenas que el lector pueda, fácilmente, imaginar en su mente.

Porque, no olvidemos,
¡son los personajes los que viven las historias de los relatos! 

La premisa para este ejercicio partía de la clase anterior, en caso de que hiciera falta. Una monja ninfómana. ¡Sí! Estamos muy mal de la cabeza en el #CBA, ¡pero qué le vamos a hacer! ¡Escribimos!
La opción "b", era trama libre.

Sé que estos deberes han sido todo un ejercicio de valentía, así que ¡enhorabuena, clase! Muchos de vosotros jamás habíais imaginado siquiera llegar a escribir escenas subidas de tono y... ¡aquí están! Para todos los gustos.

A los lectores de este blog, ¡GRACIAS! Y... ¡que las disfrutéis!

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CURSO 2016/2017


***Mº JESÚS B.***

Mi cuerpo habla

Mensajes subliminales llegan a mí, envueltos en nubes de pudor, cayendo sobre mi mente como lluvia fina; como un censor poniendo grilletes en mi conciencia.
Mi cuerpo joven no sabe; presiente, intuye, anhela: la leve caricia del sol calentando mi piel.
Una ola húmeda y salada me cimbrea por dentro sacudiendo todo mi ser. Escucho y espero su información. Me dejo llevar.

Hoy mi cuerpo se estira y agita; se habita poco a poco, poro a poro, hasta que mi vello se eriza.
Ya no soy sino piel, sentidos, explosión. Pierdo la noción de tiempo y lugar. El espacio lo ocupo yo.
Me extiendo hasta el infinito. Mi cuerpo se ama amando, permitiéndose se descubre.
Pruebo distintos manjares: me gustan salados, dulces y amargos. Compongo una sinfonía de matices. Mis sentidos aumentan su volumen.
Mi oído se deja excitar por las palabras.
Mi tacto se vuelve ávido de caricias.
Mi vista sube las cumbres más altas.
Mi gusto se despierta voraz.


Mi piel es un archivo que contiene todas las esencias. 

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***MIRENTXU***

Vamos subiendo por la escalera, sus ojos clavados en mi culo, en mi nuca, en mi espalda. Lo sé, lo noto. No sé dónde estoy, pero no me importa; solo quiero llegar y empezar... que me toque, que me bese, que descubra mis deseos.
Por fin llegamos a una casa, abre la puerta y entramos. No hemos pronunciado ni una palabra en todo el camino. Eso me gusta, no quiero hablar, quiero sexo.

Siento placer por todo mi cuerpo. Sus manos me recorren sin pudor y esto me produce una serie de sensaciones que me hacen estremecer.

Hoy ,como siempre, ha sido en el bar. Nunca le había visto y eso ya me ha gustado.

Por supuesto, se ha dado cuenta de que estaba dispuesta a lo que fuera a suceder y en cuanto hemos empezado a hablar, su mano se ha deslizado por debajo de mi falda, hasta encontrarse con mi sexo húmedo.

En la cama, desnudos, locos, me ha penetrado sin pudor varias veces, sin prejuicios, sin hablarnos y, un orgasmo tras otro ha recorrido todo mi cuerpo. He perdido la noción del tiempo.

Tengo que volver al bar: quiero conocer más y más hombres y volver a hacer todas estas cosas. Necesito sexo, siempre, es vital para mí.

Soy ninfómana: lo sé y no se lo puedo contar a Manuel.
¡Cómo me gustaría! 

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***JAVIER***

SIN REMEDIO
Escribo desde mi celda de amor, en el ocaso de mi vida, a punto de entregar mi alma a Dios. Rememoro mi pasado. Nací el día de la Asunción. Entonces no era habitual, pero mi padre asistió al parto. Era ornitólogo. Al instante vio que lo mío no era una enfermedad, pero supo también que no tenía remedio. Tras estrujarse la sesera, al cabo de tres años, murió de pena por ser incapaz de encontrar solución a mi problema, que ya era el suyo. ¡Tanto me amaba!

Decían que los niños aprenden tocando y llevándose los objetos a la boca. No era este mi caso. Los objetos pasaban por mis labios menores y los introducía en mi vagina, ¡Cuánto placer me producían! Al principio eran objetos diminutos pero, a medida que yo iba creciendo, eran cada vez de mayor tamaño. Mi madre alucinaba. Cuando algo se perdía y no aparecía, acababa por descubrirlo en mi interior, aún virginal. Mi útero pronto fue el primer lugar en ser registrado. 

Tras una adolescencia turbulenta, y experiencias en mi juventud, conocí a un compañero de instituto del que me enamoré. ¡Pobre chico! Con él me sinceré y resultó ser receptivo. Ambos nos escapamos de casa y empezamos a hacer vida marital. Hugo saciaba mi irrefrenable deseo. Lo exprimí tanto que al final quedó exhausto y me abandonó. ¿Qué hacer? A mi casa ya no podía volver, así que me refugié como postulante en un convento de monjas contemplativas.

Más mal que bien, los años fueron pasando. ¿Qué decidí? De los tres que me daban placer, uno lo había consagrado a Dios, el más divino; el central a la Virgen, con el que daba escape a mi deseo lésbico insatisfecho; y el tercero al diablo, pues era con el que más placer y orgasmos bestiales conseguía. ¡Levitaba! Pero en mi vejez todo era difícil de manejar, los tres los confundía, quería morir. Repetía la retahíla: “muero porque no muero”. ¿Qué otra cosa podría desear más que morir una mujer, un alma hundida, que ya no acertaba a manipular los tres clítoris que la naturaleza le había dado?

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***LOLA***

Hoy me he despertado con un dolor de cabeza horroroso. Después de recomponerme con un café bien cargado y un paracetamol, me decido a escribir, de nuevo, en este tedioso diario que cualquier día de estos  quemaré.
 Más de lo mismo, otra vez me siento sucia, me siento culpable. Ayer volví a caer en la trampa del alcohol y en los brazos de alguien  que ni conocía; ni me acuerdo prácticamente de su cara. Ya sé que tiene razón mi hermana, que no debo abandonar mi terapia. Que tenga cuidado, que ya bastantes problemas me han generado mi adicción al sexo y al alcohol. La verdad es que mi hermana me quiere, es buena conmigo. ¡Tiene tantas ganas de que yo sea normal! 
Pero, sinceramente yo no sé si  lo quiero. Ella siempre tan discreta,  tan amable, tan educada y responsable. En fin, para mi gusto un aburrimiento de mujer. Sufre mucho por mí y eso me pone triste. Ella no me entiende. Sus mojigaterías no le permiten imaginarse, lo bien que se lo pasa una en un rato de sexo libre, del duro, del fuerte, del solo para adultos. Solo de pensarlo me pongo caliente. Me gusta rememorar escenas que he vivido y me excitan de tal manera, que todavía me hacen sentir más ganas de repetirlas. 
Me acuerdo, cuando hace una semana me enrollé con un compañero del trabajo. Seducirle fue muy divertido y por cierto bastante fácil. Cuando me lo llevé hasta el almacén y allí le fui abriendo uno a uno  los botones de su camisa y mordí con pasión sus pezones, me di cuenta de que ya era mío en ese momento. Que podría hacer con él lo que quisiera. Su boca me buscaba, abierta y húmeda para sondear todos los puntos de mi cuerpo. Su miembro erecto me lo brindaba con la firme promesa de una buena galopada. Sus manos grandes, primero explorando mis pechos y luego apretando con fuerza mis nalgas, me procuraron tanto placer, que cuando lo revivo noto que estoy mojando mi ropa interior. La verdad, es que no imaginaba, que el tío follara tan bien. Cualquier día de estos me pongo a tiro y seguro que cae. Y al hacerlo, en donde nos puedan sorprender, todavía me pone más cachonda.
 En fin… dicen, que soy una ninfómana de libro, que me lío con cualquiera, pero yo en realidad soy un poco calentorra, eso es todo. Me acusan de que soy una alcohólica, cuando lo que pasa es que me gusta brindar y celebrar la vida.
Ahora toca arreglarme, ponerme guapa y salir a la calle, a ver que pesco. Hoy me siento feminista, quizá me lo monte con una tía o con dos. Los tríos me encantan.
Voy a vivir el momento y por ahora la terapia y la pesada de mi hermana pueden esperar.

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***VICTOR***

Querido diario, hoy estreno tus hojas. 
En el taller de literatura creativa me pidieron que plasmara en un diario mis experiencias como ninfómana así que esta tarde he ido a la librería y te he comprado. Nada más verte en el escaparate, tan coqueto y erguido, rodeado de plumas y rotuladores de colores, he sabido que serías mío. Querido diario, ni siquiera me he molestado en mirar la etiqueta con tu precio. Te he tomado entre mis manos temblorosas y al instante me he enamorado del tacto aterciopelado de tu piel, y esa cintita juguetona de seda morada que te cuelga para marcar las páginas, qué gracia. Luego te he traído a casa, bien apretadito entre mis pechos palpitantes y te he metido en la cama conmigo. Querido diario, hum, qué bien hueles todavía... a juguete nuevo, aún sin estrenar. Qué calor hace, ¿verdad? Lo cierto es que ya no me apetece escribir más. Ahora voy a ponerme un poco más cómoda. Querido y blanco diario, te prometo que la noche va a ser larga. Muy larga.

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***PILI***

DEUDA

En el hueco entre tu ingle y mi cadera he hallado el rincón de mis días. Sé que te desesperas. Otro hombre se regodearía sintiéndose extasiado ante tanto deseo. Pero sabes que mis ansias son en realidad, el escondite perfecto de las cábalas que vagabundean por mi mente.
Me entrego y te exijo hasta el punto de la exasperación. Cuando he conseguido agotarte, sujeto mi mano y la atraigo hasta mí para comenzar de nuevo.
Comienzo a dudar de tu sinceridad como comprendo que desconfías de la mía. Mis susurros en tu oreja preceden a un adusto silencio y a largas miradas. ¿De hastío o de demasiado amor?
En cualquier momento te cansarás de ser mi juguete, cogerás tus dos maletas y desaparecerás sin tratar de convencerme de un cambio. Creo que has agotado la esperanza en nuestra relación. Me pregunto si yo la tengo. Quizá he de encontrarla para que este mar de aliento adornado de máscaras dadas la vuelta, abra los ojos en la dirección correcta.

Pautas, horarios, alguna agenda donde plasmar rutinas. Algún asidero que pueda llamar nuestro a cada amanecer. Exigirme disciplina para devolverte con creces la paciencia de los últimos tiempos. Porque sé que te lo debo. Por encima de todo, te lo debo.

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***ODEI***

Era el tercero del día, no precisamente café, no. Tercer polvo, coito o masturbación. Acababa de estar con Pedro y la mañana había comenzado con el paseo de mi mano, mi dulce mano por el santuario de mi ser, sin olvidar la visita relámpago de Juan. Todo daba igual, la cuestión era quedar satisfecha y plena aunque sea sólo por un instante, un minúsculo instante en el gran horizonte de nuestra eternidad.

Había quedado con Jon. Con él todo era distinto. No había prisas, ni necesidad de andar corriendo en busca del tacto fácil, del cariño ligero, superfluo. No, con él todo era juego, roce aquí, beso allí. Perfectamente casual, sensual, pero del todo estudiado y ejecutado. Pensando en él llegó la segunda masturbación del día, no podía evitarlo, una fracción de pensamiento lleva la mano al interior. Al interior del alma, de mi alma, de la suya, de la de todos. Después llega el sofoco, el calor del roce, del goce. Inevitable, placentero.

Tocan el timbre, cualquiera estaría cansada, yo no. Lo único que quiero es que me toque, susurre, mire, me quite la ropa y nos revolquemos. Encima, debajo, de lado, detrás y delante, de pie y de rodillas da igual el goce mutuo inacabable, finito e infinito.

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***ELENA***

TREN NOCTURNO A BERLIN 

Era el único pasajero del tren nocturno con destino a Berlín. Ya casi nadie utilizaba el tren para viajar y menos en aquella fría noche de enero. Quizá no fue una buena idea rozarle al pasar por su lado en el vagón restaurante, quizá no debí mirarle con tanta intensidad mientras pagaba mi café. Quizá no debí aceptar su invitación a la penúltima copa… o ¿quizá sí? 

Ahora los hielos de su wiskie se derretían sobre mi ardor. Mi boca sabía tanto a él que no quedaba rastro del amargor de mi GinTonic. Camino a mi compartimento los túneles encendían las luces de emergencia a la vez que oscurecían nuestra vergüenza e incitaban a profundizar en esa espalda ajena y desconocida. La ropa era un estorbo para nuestras pieles, desnudarnos era una necesidad lasciva y urgente. No era momento de bailes sensuales ni pases de moda en ropa interior. Volaron camisas y rodaron por el suelo botones desprendidos con ferocidad. 

Los asientos de escay me recordaban a esas calurosas siestas de los veranos andaluces de mi adolescencia de las que me despertaba húmeda de sudor y deseo. No sabía por qué me venían ahora esos recuerdos, en ese momento en el que todo era un torbellino de manos, bocas y piernas enlazadas. Me sentía hambrienta y mis labios descendieron hasta la luna que formaba su ombligo. Apenas lo rocé con la punta de la lengua sentí que perdía el sentido y el equilibrio y me vi de nuevo de pie sufriendo el frío de la ventana en la frente. Atravesábamos un bosque frondoso cuando lo sentí firme y duro dentro de mí. Las caderas embistiendo al ritmo melódico del tren. Sus manos en mis tetas y su aliento en mi nuca. 

-¿Cómo te llamas? -Pregunté cuando todo acabó. 
-Adrián -susurró. 
-Sara  -mentí también yo. 

No era noche de principios, ni de prólogos de historias de amor. Era noche de huidas, de frías pero a la vez ardientes caricias. No era noche para perder minutos en conversaciones banales. Aún no había conseguido frenar el ritmo de mis latidos cuando mis manos pasaron entre las ingles de mi compañero de viaje y mordiéndole uno de sus pezones le sugerí:

-¿Repetimos, Adrián?  Aún quedan varias horas para llegar a nuestro destino. 

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***IRIA***

Una caricia atrevida.
Un olor fuerte.
Unos acordes únicos.
Cada día, cada noche.

Madrugar, trabajar, comer, comprar, hacer ejercicio, dormir.

Unas bragas en el suelo.
Una mirada desconocida.
Unos labios exploradores.
Cada día, cada noche.

Leer, bailar, escuchar música, reírse con las amigas, una serie nueva. 

Unas uñas que te atrapan.
Un aliento acelerado.
Unas sábanas diferentes.
Cada día, cada noche.

Soñar, cantar, una llamada de teléfono, cabrearse, estresarse, relajarse.

Un ritmo nuevo.
Un grito final.
Una gota de sudor.
Cada día, cada noche.

Conocer a alguien, una copa, una sonrisa.

Tocar.
Gemir. .
Gozar.

Cada día, cada noche. 

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**BEGOÑA**


Rotura de tubería

La mera visión de los glúteos marcados en aquellos pantalones algo ajados de aquel joven que vino a casa, hizo que yo permaneciera en la cocina observándolo mientras agachado trataba de encontrar cual era el origen de la perdida de agua. Moreno, brazos curtidos, algo peludos. Tumbado en el suelo, arrastraba su espalda, de tal manera que la camiseta se le iba recogiendo. Me desabroché el sujetador. Él seguía afanoso agachado debajo de la fregadera. Dio algunos golpes contra la tubería.

Abrí la ventana. El calor era sofocante. Sentía el paladar muy seco. Él tenía los pantalones algo recogidos, sin calcetines a la vista. Entre el vello de sus piernas divisé una cicatriz. No podía más y me acerqué al frigorífico.Al pasar a su lado rocé una de sus zapatillas. Cogí una cerveza. Miré al suelo. Estaba algo erguido. Bebí un trago y le ofrecí la botella. Estaba sudando. Me pidió algo de jabón para lavarse. Noté su mirada en mi pecho. No podía evitar mi excitación y me acerqué a él. Le agarré por la cintura y acerqué mis labios a su boca. Nos besamos efusivamente. El frío de la camiseta mojada me excitó aún más y me solté los botones de la camisa. Besó mis pechos. Lamí su cuello, y agarré su espalda. El frío de la mesa al contacto de la piel me daba placer.

Sonó el timbre de la puerta.

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**ESPE**

Soy una monja yeyé, o sea, que me va la marcha. Tengo buen sentido del humor. Siempre estoy rodeada de gente joven a la que le digo: "hay días en la vida que no debes olvidar; el día en que has nacido y el que descubres para qué". 
También me gustan los chistes, y contar este en especial:
"Eran unos hombres malos que entraron en un convento gritando: 
-Vamos a violar a todas.
La más joven rogó: 
-A las viejita no, por favor.
-¡Han dicho a todas! -Respondí yo". 
La verdad es que ni por esas me comí un rosco. 

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4 comentarios:

  1. Enhorabuena,muy buenos relatos.
    Creo que la profesora tiene que estar contenta con sus alumnos...
    Saludos y no dejéis de escribir ;)

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  2. La profesora está feliz.
    Es tan grande el progreso y tan bueno lo que se está trabajando...
    Soy fan de su creatividad. Declarada.
    Gracias, Juan.

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  3. Jo... son muy buenos todos.
    De verdad.

    Felicidades para los autores y para la profesora.

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  4. Viniendo de alguien que ha leído tanto como tú, es un piropo enorme. Gracias, Mr.
    Lady.
    NOS LEEMOS. ��

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