sábado, 7 de marzo de 2015

Armando Segovia

Ilustración realizada por la artista irundarra Alicia Cebrián,
que cedió al grupo con todo el cariño y todo su arte.
Esta es su particular aportación al personaje de Armando Segovia. 
La creación de los personajes es una de las partes más importantes a la hora de escribir una historia. Lo mejor de trabajar a los protagonistas en grupo es que unos y otros se van animando y les imaginan rasgos y características que pueden convertir una simple idea en "alguien" que en un momento dado nos parezca real. 
Después, inventaremos su historia a partir de esas pinceladas y volaremos con ellos a... cualquier lugar.

Os presento a Armando Segovia. 
Un personaje que no tiene desperdicio, con su cicatriz de siete centímetros en la ceja, su profesión de cirujano plástico, con sus sueños y su vocación frustrada sorprendente donde las haya y sus seis hijos y ex mujeres...
¡Casi nada! 

Todos partieron de la misma base de datos y así es como lo contaron. ¡Geniales! La imaginación no tiene límites y el estilo de cada uno se aprecia en cada frase. 

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***Por Isabel

El trompazo que se había dado deslizándose por Sierra Nevada, tenía a Armando Segovia hecho un basilisco, con una pierna escayolada. Tranquilizaba la pasividad del miembro herido haciendo cuentas y embalsamando los muñecos que, vía Internet -en amazon.es- había conseguido de arcilla y goma, prensada, aptos para cualquier disección.
Se sentía satisfecho. Sandra le había regalado en alquiler, por un mes durante la convalecencia, un coche eléctrico para desplazarse por los Madriles. Su ex-segunda lo tenía en palmitas para cerciorarse de la manutención de 250 pavos de su retoño y así poder mantener a aquel yonqui de mierda, que presumía de ser informático, pero que el jodido llevaba dos años de barman. ¡Que limpiara los urinarios! 
Saboreaba con los ojos celestes la cantidad de 3 millones de euros que estaba recopilando para poder subir al espacio en 2020, fecha que le habían concretado en Astrium-Europa. Era su secreto. Caja fuerte, en Bankia. ¡Si no quebraba de nuevo! ¡Los malnacidos preferentistas! ¡Todos a mendigar! 
Armando se levantó, cogió "Antonio Banderas", el olor lo refrescaba. Fue un detalle de su primera ex, Begoña, por su postración. Esto lo mimaba por efecto de afecto psicológico. ¡Una inestable! Se quedó preñada. Si no, no la conoce. Y lo obligó su estatus social a darle el sí en la Almudena. 
Los gemelos no le disgustaron. Sus compañeros lo alabaron por sus espermatozoides, ¡por partida doble! 

Bajó por el ascensor al garaje. El accidente había sido tan precipitado, hospital y demás incidencias, que no había tenido ocasión de tapar la moto acuática. Trató de encaramarse y lo logró de mala manera. Hacía tan solo una semana, por Menorca, casi como un orgasmo, a 82 km en menos de 3 segundos. El pastón pagado por una cirugía a una sesentona había sido una gran inversión. Julia y sus amigas ricachonas que pagaban lo que fuera por recuperar lo perdido. A las tres niñas las estaba educando para aumentar sus mismas debilidades. 

Se apeó en la calle Legazpi. Tenía sesión de violín en el Matadero, con el grupo al cual estaba asociado, para poder representar obras en los teatros de la comunidad. Leer su nombre en los panfletos de cada actuación le subía la adrenalina. Se los enseñaba a sus seis descendientes, para que presumieran de padre. Pero sobre todo, para que las madres se sintieran relegadas ante sus logros sociales. Cruzó la mirada con la de Isabel.
-Buen día. Hace tiempo que no nos veíamos.
-Sí, se coincide o no con la gente.
-¿Irás a pasar las fiestas a Irun con tu hermano y tu cuñada? -dijo manteniendo la mirada.
-Tú lo has dicho.¡ Zorionak!
¡Menudo cínico! pensó Isabel. Sabiendo que su hermano estaba muerto, volverlo a mencionar... Si pensaba que le replicaría, iba listo. Estar a su altura le daría vértigo y hasta podría vomitar. 
-Zorionak.
Armando entró en el Matadero. Mónica, la que tocaba el violonchelo le sonrió. La invitaría a cenar y le prepararía una cena tipo Buli que no olvidaría...

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***Por Miren

Armando ya tenía cuarenta y seis años, recién cumplidos. Era 26 de diciembre y planeaba pasar la Nochevieja en Jaca con todos sus hijos y Marta, su tercera mujer. Juan, su hijo mayor, acudiría desde Cuellar con su novia y su hermana Lucía. Él llevaría en su mono-volumen a sus otros cuatro hijos y a Marta. Había alquilado una casita para todos. Irían a esquiar el día de Año Nuevo y el resto de la semana. Debía acordarse de llevar las pesas para entrenar o sus músculos se reblandecerían en cinco días. Antes de salir de Madrid tenía que hacer la compra para la cena. Él se encargaba de la cocina. Se le daba bien. Entrenaría con su menú favorito, con el que quería presentarse a concursos de cocina. Sabía que un día ganaría y por fin se haría famoso. Mientras tanto, había que entrenar el cuerpo para que llegado el momento diera su mejor imagen. Lo de la estatura no tenía remedio. Utilizaría alzas interiores como José María Aznar. Mejor que llevar tacones como el cantante Raphael. 
Se miró en el espejo y vio la cicatriz en la ceja. Tampoco eso tenía remedio. Lo había intentado varias veces con los mejores colegas plásticos pero solo habían logrado reducirla a siete centímetros. Tal vez le imprimía cierto carácter. Sabía que Marta la odiaba, pero también a él le disgustaban sus labios operados, aunque nunca lo admitía, ya que eran obra suya. 
¡Maldita moda de operar labios! Había hecho dinero con ellos pero le daban asco. Lo mismo que Marta. Ya no la podía ni ver. Nada era suficiente para ella y lo trataba como aun cero a la izquierda. Él merecía ser respetado, adorado incluso. Su secretaria sí que sabía tratarle como se merecía. La echaría de menos en Jaca, pero pronto podría estar con ella cuanto quisiera. Cuando Marta sufriera un horrible accidente de esquí que también tenía planeado. 

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***Por Ana

El día que Adela conoció a Armando Segovia quedó bastante impresionada por su atractivo. A pesar de que no era un hombre alto, ya que apenas medía 1.72 , su cuerpo le pareció perfecto. Era muy delgado y elástico y a ella le encantaba. Odiaba a los hombres que se machacaban en el gimnasio para lucir músculos. En Armando todo era armonioso: su voz, su pelo rubio que caía lacio sobre su frente, tapándole una cicatriz de al menos siete centímetros que atravesaba su ceja derecha. 
Adoraba sus modales elegantes y educados, aunque a veces se mostraba bastante cínico y eso a Adela no le gustaba tanto.
Comenzaron su relación en agosto y en diciembre, Armando aún no había llevado a Adela a su apartamento a pesar de que vivía solo. Nunca hablaba de su vida personal, tan solo comentaba banalidades o dejaba entrever sus numerosos éxitos profesionales y eso demostraba su carácter egocéntrico, si bien era verdad que estaba considerado un excelente cirujano plástico.
Adela comenzó a sospechar que quizá vivía con otra mujer, ya que muchos domingos se excusaba para no verla y al hacerlo se arrancaba los pelitos de la barba, manía que ella había observado en Armando cuando se ponía nervioso o mentía.
El 25 de diciembre, Armando cumplió 45 años y decidió no seguir ocultando su vida a Adela, ya que esta mujer le había enamorado y deseaba consolidar su relación. Le pediría que se fuera a vivir con él, pero antes debía saber unas cuantas cosas. La citó por teléfono en una cafetería y Adela acudió nerviosa pues intuyó que se trataba de algo serio.
Armando miraba a Adela sin saber muy bien cómo empezar. Le contó que nació en Segovia, aunque pronto se trasladaron a vivir a Madrid. Su padre, médico como él, era un hombre muy conservador y religioso y le educó con una disciplina casi militar. Cuando Armando cumplió los diecisiete años, le dijo a su padre que no quería estudiar una carrera, que lo que deseaba era estudiar un módulo de tanatoestética. A su progenitor casi le dio un ataque y en un arranque de ira, se quitó el cinturón y le propinó una soberana paliza con tan mala fortuna que la hebilla golpeó la ceja de Armando abriéndole una buena brecha. No le dieron opción de elegir y lo matricularon en la facultad de medicina. Así que decidió que si no podía poner guapos a los muertos, pondría guapos a los vivos.
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***Por Esther

...le gustaba ser el centro de atención ya que tenía miedo de pasar por la vida desapercibido.
Nació un año después del mayo del 68. Comenta que su ego rebelde se nutre de ello, de ese tipo de revolución. 
Estamos en los cafés, saca su estuche y lo abre con un ceremonial estudiado. Ahí está su violín brillante. Lo acaricia con amor y sonríe. En la sala los comensales fijan su mirada en Armando. Se produce un respetuoso silencio. Él sube a un pequeño escenario con dos luces. Una enfoca al violín y la otra proyecta su figura. Comienza a interpretar Yello de Yan Tiersen. Se la dedica a la familia de Jade. Ellos sonríen, se sienten tranquilos y confiados con ganas de regresar a su país. 
Armando sonríe cuando acaricia y ajusta las clavijas del violín. Su rostro no muestra ni cinismo ni ego. El sonido de su música los transporta al Ser.
Conocerse, amarse, respetarse.
Esa es la otra frase preferida de Armando Segovia.

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***Por Espe

...a una de mis amigas le sorprendió que fuera maquillador de cadáveres y que su hobby fuera la cocina para poder ganar Máster Chef. Estaba empezando y necesitaba mucho reconocimiento. También mencionó la música, estudió solfeo y el violín era su instrumento. Nos fascinó su caballerosidad. Mi cara cambió cuando dijo que le gustaría viajar a la luna...

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***Por Junkal

...Quería celebrar con ellos el éxito anunciado que le esperaba mañana. Sería el ganador del concurso de Máster Chef. El fracaso no era una opción. Era tan buen cocinero como cirujano y no tenía rival en ninguno de ésos campos. Ese concurso sería el trampolín para salir en la televisión nacional y codearse con los famosos. Además tenía que anunciarles un deseo que lo llevaría a la cumbre a nivel mundial. Estaba organizando un viaje a la luna. Pisarla y clavar una bandera con su fotografía. Ya estaba saboreando el impacto que esto causaría en todo el mundo. Empezó a arrancarse unos pelos de la barbilla de pura excitación, regocijándose en el leve dolor....

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