martes, 13 de junio de 2017

EN EL #CBA SE ESCRIBE... Y MUCHO!

Curso 2016/2017 de Escritura Creativa. 
Ayer fue la última clase de este curso de escritura creativa 2016/2017 en el #CBA. No pudieron asistir todos los que son, pero como siempre, entre los que estuvimos, ¡se armó la marimorena! Y es que no ha habido clase en que las risas no hayan atravesado los tabiques, en que la creatividad del compañero no nos haya dejado con la boca abierta y es que... ¡hemos acabado aplaudiendo relatos que a principios de curso parecían impensables!

Nivelón el de este año que me ha hecho improvisar y sudar a partes iguales, porque exige concentración dirigir un barco tan veloz. Gracias a todos por haber hecho que intente superarme, y sobre todo, miles de millones de gracias por haber confiado en mí para soltaros sobre el folio en blanco y escribir, ¡de lo que sea! , pero escribir. Sois unos valientes y no me cansaré de decíroslo. Gracias por vuestra generosidad. Os llevo siempre conmigo, y en este blog, comparto para todas las personitas que os leen, vuestros últimos trabajos. En octubre regresaremos con muchas historias más por contar. Muaks! ¡Nos leemos!


pd. En este ejercicio, cada alumno debía aportar un animal a la clase e incluir un diálogo. Estos han sido sus resultados. ;)
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***ESPERANZA***

El lunes, último día de clase, una grata sorpresa nos aguardaba. Había un loro con un bonito plumaje cerca de los periódicos. Cada vez que pasaba uno de nosotros, le decía algo:
-¡Qué loro más bonito!
-Para milagros a Lourdes.
-Ya veo que te estás instruyendo.
-La vida es como un hotel, hay que llevarse todo lo que se pueda.
-¡Que ya es hora de entrar!
-Bonita hora para cobrar una herencia.
-¡Vaya pájaro que nos han traído!
-No hay mejor desprecio que no hacer aprecio.
-¡Hay que ver qué gordo estás!
-Más vale tener que no desear.
-Yo por si llueve he traído un paraguas.
-Mujer prevenida vale por dos.
-¡Decidme si es un loro o una cotorra!
-Esa es la cuestión; ser o no ser.

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***JAVIER***

Sólo a ella se le podría ocurrir semejante idea, pero como la dobladora y el ilustrador habían dado juego, “¿por qué no iba a funcionar bien un animal?”, pensé para mí. Si llevo un perro o un gato, a lo mejor conseguimos que nos aporte ideas y hasta que las logre plasmar en papel.

Soy poco amigo de mascotas, pero pensé en Trizas, el gato de mi amiga Carmen, hermoso salvo cuando lo pela. Entonces parece el espíritu de la golosina.

Le llamo por teléfono y le expongo mi deseo.
–¿Trizas?–me dice. Y a través de las ondas oigo que lloraba como una magdalena.
–Perdona –le digo –no sabía que te iba a causar tanto dolor dejármelo.
–Pero si no es eso –me dice entre hipo e hipo, –es que hace ya un año que le tuve que poner la inyección letal, yo misma, y todavía me duele.

La verdad es que no esperaba esa reacción de una veterinaria profesional, me disculpé como pude y colgué. Primera tentativa fallida.

Pensé en perros de amigos. Descarté el de mi amiga Inés, porque es un perro muy metódico y para la hora en que volvería a casa, probablemente se le habrían pasado las ganas de cenar. Y, además, ¿aguantaría la hora y media sin mear? Me decanté por Puxka, el perro de mi amigo Luis. He paseado alguna vez con los dos y le encanta olerme y chuparme los pies a través de las sandalias. No sé si lo que le gusta es el sabor del cuero o el quesillo que se me forma entre los dedos. Me estoy refiriendo a Puxka, no a Luis.

Me olvidé del teléfono y fui personalmente a su casa. No fuera que Puxkatambién estuviese fiambre. En cuanto toqué el timbre, el perro ladró. “¡Está vivo!”, me dije. Abrió el propio Luis y aunque me invitó a pasar, le expuse el tema bajo el quicio de la puerta. Quedamos en el CBA el lunes, cinco minutos antes de las siete.

Llegó el lunes, me lo trajo, Luis se marchó y el perro se olvidó del amo olisqueando mis pies. Para que el resultado fuera mejor, yo había intensificado el aroma con unos restos de Cabrales asturiano, que guardaba en un recipiente hermético en mi frigorífico.

Nada más superar la puerta corredera de cristal del CBA, veo que se acerca a toda velocidad Marieli.
                –Aquí no se puede entrar con animales –me dice de una manera poco correcta y desacorde con la buena relación que tengo con ella.
                –Pero si nos ha pedido la profesora del Taller de Escritura que traigamos un animal…

Acto seguido fue a buscar refuerzo conPati yMertxeTrantxe. El problema era que el resto del grupo había entrado el taller camuflando sus respectivos animales: una lagartija, una araña, una serpiente mansa, un hámster, una cucaracha, hasta una pulga y otros animalejos pequeños.Esperanza había llevado un peluche. Cuando las responsables vieron el taller en esas condiciones, ¡clamaron al cielo!Yo me tuve que ir a casa de Luis para devolver a Puxka, que ya se había encariñado de mis pies a perpetuidad. No había forma de quitármelo de encima y tuve que pedir a mi amigo que me dejara usar la ducha para que desapareciera mi olor a Cabrales. Así acabó la última clase del curso y me quedé sin cuchipanda y sin despedirme de los amigos de tantas horas de risa.

En setiembre, cuando me fui a inscribir para el curso 2017-2018, vi que  habían eliminado el Taller de Escritura. A decir verdad, no me sorprendió. Pregunté las razones y todo fueron evasivas o respuestas incongruentes. Lo habían sustituido por otro de Cocina Creativa ¡Nos lo habíamos ganado a pulso! Ahora, algunos lunes el CBA huele a... Biblioteca… Creativa.

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***LOLA***

"Una tarde con Charly"

-Hola chicos, os presento a Charly - saludó Lander nada más llegar a clase. 
De su mano caminaba torpemente un chimpancé, vestido prácticamente como él. Un pantalón de peto, una camiseta de chillones colores y una visera roja  con alas completaba el atuendo del viejo animal. Todos se quedaron boquiabiertos y con cara de susto. Lander les dijo: "tranquilos, Itziar ya lo sabe, me ha dicho que lo traiga. Además es muy pacifico, es muy mayor. Es que ahora tengo un nuevo novio, bueno nos estamos conociendo. Trabaja en un circo, es trapecista. Es muy guapo y estácachas y es muy majo. No sé, diferente".
Miren y Lola se giraron y pusieron cara de interés, Miren al oír la palabra circo y Lola al oír la palabra cachas.
-Este chico heredó a Charly al morir su padre y le prometió  que siempre cuidaría de él, hasta el final de sus días. Para Antonio es prácticamente como un hermano, continuó relatando Lander.
Los compañeros empezaron a interesarse por la historia que relataba Lander y todos preguntaban a la vez .Itziar intervino diciendo: "venga vamos a trabajar, ya vale de charla. Lander dale un cuaderno y un lápiz a Charly, que igual hace algo".

Cuando estaban concentrados escribiendo, Carmen que estaba sentada al lado de Charly le dijo a Lander: "Oye, este mono será muy majo pero huele que apesta". Lander respondió: "No es un mono, es un chimpancé. El tema es que el pobre es incontinente, por la edad y lleva pañal".
Pili sacó del bolso un frasco de colonia y se acercó a su asiento para rociarlo y mitigar el tufo. Charly, en un segundo, se hizo con la colonia y  corriendo para que nadie le cogiera, se la iba bebiendo de trago.Cuando ya se la había trincado se paró en seco. Se quitó el pantalón y  el pañal, con lo cual la pestilencia fue aún mayor. Todos comenzaron a chillar y Charly, por imitación, también. 

Con cara de sátiro comenzó a perseguir a Pili y a  Amaia, tocándose con fruición los genitales, por lo que ambas cada vez  gritaban a más volumen. En estas, Agus interceptó al animal con su brazo, pero sobre todo con su voz. Charly, del susto, se encaramó en la pizarra. Y Lander le protestó a Agus: "¡Ten cuidado con el pobrecillo, que es el casi hermano de mi casi novio!" 

Entonces se formó tal algarabía, unos a favor y otros en contra del animal, que se personó en la sala el guarda de seguridad de la biblioteca. Cuál fue su sorpresa al abrir la puerta y ver las sillas caídas, los papeles por el suelo, las chicas despeinadas, todos ellos sofocados y un chimpancé subido a la pizarra, semidesnudo, con su miembro erecto y blandiendo la muleta de la profesora de manera amenazante.
-¡Todos a comisaria! ¡El mono también! -dijo el guarda cabreado.

Había que ver la cara de estupor del inspector Guisasola, cuando vio aterrizar a aquella cuadrilla de chiflados de la biblioteca, acompañando a un chimpancé  borracho.

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***IRIA***

Aquel lunes Danko, mi perro guía, se equivocó de puerta.

Perder la vista te obliga a empezar de nuevo en la vida. Tienes que aprender a vivir habiendo perdido los colores. Tus mejores recuerdos destiñen al envejecer e, irremediablemente, acabas olvidando la capacidad de soñar en tecnicolor. Tienes que aprender a reconciliarte con el reflejo en el espejo que no puedes ver. Y tienes que aprender a mirar la vida.

Cada día, cada mañana, cada despertar, debes reconciliarte contigo mismo; aunque no haya silueta capaz de anunciarte el fin del sueño.
Cada día, a cada hora, a cada instante, debes pelear con una vida que se esconde.

Perder la vista torna el silencio en la más angustiosa de las torturas. Atruena. Se te clava en los tímpanos. Ahoga. Pero perder la vista torna el más bullicioso de los momentos en la más mísera soledad. Te empequeñece. Te aisla. Te exilia.

Aquel lunes Danko, mi pero guía, aún estaba aprendiendo a ver por dos.

En aquella aula no había silencio. No había bullicio. Había voces y había miradas.

Me llegaba la voz pausada, seductora y arrolladora de Agustín. La arrulladora y evocadora de Begoña. La ingenua, improvisada y divertida de Espe. Y la acompasada e inspiradora de Pili. Me imagino a Lander como un titiritero guasón que se divierte a la par que conquista a todos con su inteligencia. La cómica y audaz prosa de Víctor siempre me sorprende y me hace reír mientras que Javier no elude ocasión para burlar a la vida y regalarnos pinceladas de todo lo que ésta le ha enseñado. A veces creo que soy capaz de vislumbrar la sonrisa de Miren gracias a su contagiosa alegría de vivir. Me cuesta seguir el hilo de las palabras que Iria parece tener tanta ansia por contar. Loli, tan seria a veces, tan insinuante otras; y Carmen, con su prosa protesta, que recupera en cada línea que escribe todos esos libros que sus ojos han devorado y le han dejado huella. Aún no sé si Elena es la persona más observadora del mundo o la más imaginativa pero sé que gracias a sus prolijas descripciones y detalles hago mías todas sus escenas.

Y tantos y tantos más.

Nunca están todos los que son, pero doy fe de que son todos los que están.

Aquel lunes Danko, mi perro guía, aprendió la ruta más importante que habría de seguir a partir de entonces.

Cada quince días escucho mientras aprendo de nuevo a mirar; y recupero poco a poco mis sueños y mis colores. Ellos me dejan escucharles mientras escriben de ciencia ficción, de su infancia, de sexo, de mentiras, de besugos, de planetas descubiertos y por descubrir, de verdades veladas y de aspiraciones muertas.

Cada quince días regreso a mi casa pensando en qué colores vestirán tantas palabras y si algún día yo sería capaz de pintarlas. Y me acuesto pensando en palabras; palabras que arrastran historias, versos y realidades -propias o ajenas-. Pero lo último que viene a mi cabeza antes de cerrar los ojos a la oscuridad es la risa. Una risa heterogénea, armónica y acompasada, comandada por Itziar. Una risa en grupo de personas tan dispares que me han enseñado que para ver no siempre hace falta mirar.

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***MIREN***

-Hola Elena, ¡qué casualidad¡
-Sí, sí, es la primera vez que vengo.
-Este parque para perros está muy bien, con tantos árboles y tanto verde. ¡Qué bonita tu mascota¡ Pero… ¿qué es? No me aclaro.
-L a verdad, Miren, es que es un bicho raro: mezcla de tigre y pantera. Lo que pasa que al ser cachorrito lo puedo sacar sin problema, no sé qué haré cuando crezca...
-Será un problema, porque no creo que puedas quedártelo en casa.
-Bueno, vamos a pasear un poco a ver qué hace con mi perro, ¿cómo se llama?
-Le puse «Panti», por la mezcla de los dos animales, ¿qué te parece?
-Original, a ver qué hace mi perro, que es un poco revoltoso, ¡ah! Se llama Sugus a pesar de su tamaño y una dulzura regular.

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-Oye, ¿de verdad te llamas Panti?
-Sí, chico, mi dueña, que es así. Se porta muy bien conmigo, aunque tengo muchas tentaciones de pegarle un buen mordisco, no creas.
-Yo de momento, me aguantaría, mírame, vivo como un rey, como dos veces al día, damos paseos geniales por el monte  y lo cierto es que le tengo mucho cariño.
-Ya, pero yo soy de naturaleza salvaje y mi instinto me puede.
-Es que estos humanos, son la monda, ¿por qué no podía coger un perro como todo el mundo?
-Yo creo que le di pena; cachorrito despistado, nadie me adoptaría. Ahora, eso sí, mi mayor deseo es conocer la selva y mi entorno natural; ¿tú crees que iré algún día?
-Supongo que tendrán que llevarte, porque pasear, lo que se dice pasear, no es lo tuyo.
-Es que es ver carne en movimiento y me entran unas ganas de morder que hasta te mordería a ti.
-Oye, oye, no te pases que me pongo a ladrarte y del susto se te pasa el hambre.
-Bueno, no pienso morderte, de momento...
-¡Bien, ya me sueltan! Me voy a correr un rato.
-A mí por si acaso, no, así que ¡hala, que lo disfrutes!


martes, 6 de junio de 2017

SINERGIA: AITOR ESPIE SANCHEZ - ILUSTRADOR

Ilustración: AITOR ESPIE SANCHEZ - "Sueños de espuma". 

El 24 de marzo tuvimos la suerte de contar en clase con la presencia de un ilustrador al que admiro y que, amablemente y con todo su buen rollo, se apuntó a mi locura sin saber muy bien a qué venía.
Aitor Espie es un irundarra que dibuja auténticas maravillas, sugerentes y divertidas, melancólicas y reflexivas. Humor gráfico, ilustrador y dibujante, aquí tenéis su blog para que sigáis su estupendo trabajo: Garabatos en el cuaderno. 

Y aquí, como siempre, los ejercicios que se escribieron a contrarreloj en clase. ¡Valientes! Que son unos valientes...

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Mikel, aunque un poco travieso, siempre ha sido un niño encantador. Su preciosa melena azul nos hace recordar las pequeñas olas de ese mar que él tanto ama, sus ojitos azules y vivarachos nos invitan a soñar con las profundidades de su querido mar; y, qué decir de su sonrisa…. La alegría de nuestros días. 
Cada día, cuando termina sus clases, se acerca hasta la playa para jugar con las olas meciendo su pequeño barquito de papel. Su ama, cuando llega a casa, siempre le regaña porque tiene los oídos muy delicados de pasar tantas y tantas horas en el agua.
Al final, hace dos semanas, pasó lo que tenía que pasar, y ahora Mikel está en la cama con una terrible otitis. (Asun)

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Remando las olas
Melisa era una joven un poco lunática y bastante soñadora. Hacía cosas extrañas según los demás; le gustaba ir a la playa que estaba detrás de su casa, cuando no había nadie. El contacto de sus pies descalzos con la arena le removían algo por dentro, como si le subiera una energía interior.
Sólo tenía que cerrar los ojos y su cuerpo se ponía a bailar, extendía los brazos y como si fueran remos navegaba sobre el viento; giraba y giraba dando vueltas hasta caer rendida y mareada sobre el manto de arena.
Una tarde dió tantas vueltas sobre si misma que perdió la noción de la realidad. Cuando recuperó la estabilidad levantó la cabeza y sus ojos verde mar se confundieron con el agua. A lo lejos creyó ver un velero: no lucía velas, ni tenía consistencia, parecía frágil como los barcos de papel que tanto le gustaba construir de pequeña. Se frotó los ojos, pensó que era producto de su imaginación. Según se fue acercando lo pudo ver con más nitidez. Era grande y su cubierta estaba pintada en azul. Sin pensarlo se lanzó al agua, nadó con fuerza hasta alcanzarlo.
Del barco colgaban unas escaleras de cuerda, subió por ellas; una vez en cubierta no vió a nadie. Encontró una caja con varios instrumentos de navegación y una hoja de instrucciones: El inicio de la hoja decía asi: Capitana Melisa, bienvenida a bordo; que esa línea que ves al fondo no te limite, el barco más frágil puede llegar muy lejos, navega siempre a favor del viento; no tengas prisa, observa y maravíllate de lo que ves, solo depende de ti aprender a sortear las olas. (Mª Jesús)
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Mi melena azul es como un mar encrespado zarandeado por el viento.
Sueño que navego en un barquito de papel y vuelo en el frío, helada, con el corazón ardiendo.

 (Javíer)

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CUANDO DE VERDAD SE QUIERE
La peluquera se quedó sorprendida cuando le pedí que me tiñera el pelo de azul. Insistí. Lo necesitaba.
Mi padre no había podido de arreglar la lancha. Cientos de horas de proyecto inacabado. Mientras colocaba el biturbopropulsor al motor de mi regalo, le dio un calambre y de repente desapareció de mi vista. Pulgarcito me llamaba desde el suelo.
Él quería navegar conmigo. Le hice un barquito de papel y me solté la melena al viento. (Pili)

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Últimamente conseguía evadirse del infierno de clase echándose a la mar en un endeble barco de papel hecho con las páginas centrales de los periódicos de su padre que los domingos robaba a escondidas cuando él estaba durmiendo la siesta. Era pequeña, como su madre. Nació antes de tiempo y sin embargo siempre llegaba tarde a todo. Incluso a crecer. Creía tener amigas, aunque en eso tenía que reconocer que se engañaba. Las que decían serlo eran crueles con ella. La llamaban ‘pitufina’ a sus espaldas, y eso le hacía daño; aunque no tanto como cuando los chicos de su clase lo transformaban en un insulto y aprovechaban cualquier tropiezo con ella para, disfrazándolo de carraspeo o estornudo, espetárselo a su paso. (Agustín)

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Ilustración: AITOR ESPIE SANCHEZ "La niña que me pintaba los sueños".

Tras la cena, Patxi se sentó en el sofá y continúo con la lectura de su libro sobre los sueños y su interpretación. Poco a poco el sueño se fue apoderando de su cansado cerebro y, de una manera casi inconsciente, se quitó las gafas, se hundió en el sofá,  puso el libro sobre su regazo, y… claro, empezó a soñar. En sus sueños apareció, casi de inmediato, su pequeña hija Joana. Joana dibujaba el sol, corazoncitos, se dibujaba ella misma, también –como no- a su hermanito Urko. Patxi dormía, soñaba, sonreía… No necesitaba de Freud para interpretar su sueño: era la felicidad de ver crecer a sus pequeños. Cuando el ruido del televisor despertó a Patxi… ¡Joana había pintado toda la pared de la sala! 
(Asun)


Pillada infraganti
Marta era una niña muy lista. Siempre había tenido tentación de pintar en la pared, pero claro eso estaba prohibido. Las cuartillas junto con las ceras que le ponía su madre en la mesa, las rompía después de terminadas sus obras y acababan esparcidas por el suelo.
Aquella tarde se quedó al cuidado de papá.
- ¡Papi leéme un cuento!
- Si, como no mi amor. Te leeré el de la Bella Durmiente.
- Vale.
A los cinco minutos.
-Papi, sigue, ¿porqué te paras?
-Ay, lo siento. ¡Estoy tan cansado! Déjame dormir un ratito y más tarde prometo leértelo entero, no uno, sino todos los que quieras.
-¿De veras?
Al rato, -fiu, brr, fiu, brr...
Esta es la mía -pensó Marta-, toda la pared para mí. Cuando estaba de lleno en la faena pintando como una obsesa, oyó la puerta de la calle.
- ¡Ya estoy en casa!

***
Un libro, lo ojeo sentado en el sofá, me caigo de sueño,lo apoyo sobre mi corazón y duermo. Su ligerapresión reactiva mi soñar y surge mi sueño perfecto: Mi hija, que tanto deseé, embadurna la pared de monigotes, probable fruto de mi transmisión genética.

Esta es la parte de mi sueño deseado, pero el soporte sobre el que se asienta es algo muy distinto: Un gran río me lleva y me zarandea. 

Cuando despierto, veo un enorme charquito al pie del sofá. Mi río soñado era real y ahora se muestra convertido en un gran lago de baba. (Javier)


***
La soñé cientos de veces. Pintarrajeando mis sesos. La soñé cada vez que me quedaba dormido en el sofá. Y aterrizó en mi vida.
La invitaba a imitarme dándole cuadernos y rotuladores. Ya no tenía que soñarla. Su presencia, un relax que un día, despertó con sus gritos. Con su dedo, manchado al parecer de chocolate, señalaba hacia una muñeca pintada en la pared.
—¡Aita!¡Caca!
(Pili)

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‘Shhhhh!’ ‘Tengo que apretar más suave la tiza, si no voy a despertar a mi aita y no podré seguir pintando sus sueños’; se dice María poniéndose de puntillas con esfuerzo para alcanzar a pintar de azul cielo el pelo de su ama. ‘La próxima vez, antes de que se duerma, le tengo que decir que se acueste en el suelo. Es que sueña tan alto que no llego.’ María revuelve sus pinturas escogiendo meticulosamente el color. Sus dedos pequeños se afanan en agarrar las pinturas elegidas, las pasea por el aire, trazando líneas imaginarias de color, pintando la respiración cansada de su padre que, irremediablemente, ha acabado por quedarse dormido en el sofá. (Agustín)

***